martes, 3 de septiembre de 2013

TEXTO DE PRESENTACIÓN DE "HETEROCITY", POR JÁIROL NÚÑEZ MOYA. SAN JOSÉ, COSTA RICA, 30 DE AGOSTO DE 2013



por: Jáirol Núñez Moya
Preámbulo

La literatura, la buena literatura –así sin apelativos ni calificativos-, nos provoca, y a la vez produce múltiples acercamientos a una trama que bien trabajada por el escritor, no sólo evidencia una investigación y una maestría en la elaboración del texto (lenguaje, registros de habla de por medio), sino que nos absorbe y nos hace vivir ésa, la realidad que crea. Leer y releer el texto nos lleva entonces, a encontrar siempre algo nuevo, a aprender y a cumplir con la labor del lector, robarnos la creación y hacerla nuestra.
 
Con Heterocity de Mauricio Orellana, sucede esto y más, discurrimos a lo largo de 487 páginas por una serie de historias y personajes engarzados, lo cual nos posibilita leernos y re-conocer a partir de la crítica que el texto expone, la realidad en la que vivimos en este espacio del mundo que nos ha tocado vivir. Me refiero con ello a la determinante latinoamericana, históricamente patriarcal y heterocentrada.

Y es que una acuciosa y detallada observación, el uso de diferentes estrategias narrativas, una buena documentación y una particular sensibilidad para reconocer en la cotidianidad esos elementos que a veces son desapercibidos, convierten a la novela de Orellana en una representación de las luchas que hoy se fraguan en el mundo por el reconocimiento de derechos de la comunidad LGBTI, pero sobre todo de lo difícil que se nos hace lograr el cambio cultural en nuestros países marcados por el conservadurismo, la doble moral, la corrupción y el soborno político.

Su destreza en la escritura nos permite ver que aunque la realidad varía contextualmente, las estructuras socio-culturales son las mismas, incluso en la ficción. Por ello la identificación es inminente, la historia que se nos presenta da forma a una sociedad que bien es la salvadoreña, pero también la costarricense, la latinoamericana en general, la del Occidente judeo-cristiano. En el texto, en un mundo ficcional con mecanismos referenciales, no panfletarios, bien cuidados en la argumentación y la postura crítico-reflexiva se enuncia un planteamiento político ante temas que son susceptibles de escarnio público, y en los que pese al enfrentamiento con un sistema tradicional, religioso, patriarcal y heterosexual, el autor ha creído, haciendo uso de esa función social que tiene la literatura.

Es así como, teniendo presente el uso de la literatura para el tratamiento de temáticas de nuestro entorno, llego a encontrarme con el texto de Orellana hace poco más de 2 años. Opto por ponerlo como lectura obligatoria en un Seminario sobre Humanismo y Globalización, con el fin de discutir y provocar a un auditorio de jóvenes de 17-18 años, para reflexionar acerca de la sociedad en la que estamos inmersos. Luego de una enriquecedora experiencia, hoy, ese carácter plural y el debate que conlleva la discusión de temas álgidos que nos constriñen, me llevan a realizar una propuesta de acercamiento al texto como un todo, a sabiendas que su riqueza da para mucho más que unos cuantos minutos de exposición. Comparto con ustedes algunos apuntes que convoquen a la lectura, pero que a la vez produzcan una reflexión acerca de lo que encierra (y literalmente encierra) el espacio físico que constituye la ciudad y la vida gay.

Nos relata Ítalo Calvino (1972) en Las Ciudades Invisibles, en una de las ciudades y el deseo, cómo se llega a Despina, en barco o en camello. Según el camellero o el marinero se acercan, cada uno la percibe. Concluye este autor, referente literario de las ciudades, que “Cada ciudad recibe su forma del desierto al que se opone” (2011, p.13). He ahí la propuesta que les quiero compartir: Heterocity es el retrato de la forma de una ciudad patriarcal, profundamente heteronormativa –para seguir usando ese término de la teoría queer que tantas luces nos ha dado para entender el funcionamiento del sistema sexo-género-; una ciudad a la cual el desierto que se opone es sólo eso, un desierto en el que esa oposición no es tal, porque hemos obviado el recorrido y el cómo llegamos hasta aquí, porque nos complacemos con tener un reconocimiento aceptable, de segunda y no ser ciudadanos de primera.


Heterocity: la ciudad como ficción

La ciudad es el espacio en el cual se dan los hechos sociales que permiten la existencia de la sociedad tal como la conocemos hoy. Darle seguimiento a la constitución del espacio urbano y a la estructura que origina el funcionamiento social son determinantes para abordar el tema. Primero, para ver la configuración de un espacio de “tolerancia” para la comunidad gay en la urbe; y segundo, ver la permanencia de discursos sociales de discriminación.

La San Salvador de Heterocity, en tanto ciudad, cumple con estos principios. En ella, Marvin y Jared se conocen tras un intento fallido de cambiar su orientación sexual y convertirse por gracia divina y trabajo de rehabilitación en la Casa Purga, en seres “normales”. Ésta, su orientación sexual y el asumir su identidad homosexual, se convierte en el eje al que se añaden otros personajes y sobre el cual se teje la discusión en relación con el matrimonio homosexual y la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Rogerio, un sacerdote poco convencional, es el hermano de Marvin. Sus prácticas sexuales y afición por los niños y las niñas ponen sobre el tapete su sacralidad. Denis Farías, diputado de la República, es hermano de Jared, una persona instruida y con una inquietud nata despertada por Méndel Chicas, un activista gay que busca mediante un proyecto traerse abajo la prohibición constitucional que existe para que personas del mismo sexo se casen y adopten. En la acera del frente a esta empresa que el diputado Farías y Méndel Chicas inician, está Lucrecia Fábregas, mujer de su casa, fervientemente religiosa, cabeza de una ONG que lucha por los niños abandonados. De su lado se teje la venia bendita de Monseñor Jeremías Pasos. A Lucrecia también se le une Magda, fiel amiga de juventud, esposa del presentador más sexy de la televisión, Wally Vargas, quien guarda más de un San Benito. Y por supuesto, Lucrecia cuenta con el favor divino de su acaudalado esposo David Casariegos, un esposo no tan como Dios manda.

Con esa base, la vida de Marvin y Jared se nos van mostrando, reuniones en su casa o salidas a lugares de ambiente en los que comparten con sus amigos. Espacios en los que siempre aflora un poco de crítica e intriga, en los que se caracteriza un estilo de vida, el cual se ha dado en llamar cultura gay. Asimismo, cacerías nocturnas de algunos no tan santos y ni tan señores de sus hogares, abusados de clandestinidad, dan pie a ocultar las verdaderas inclinaciones sexuales y no reconocerse, salida fácil en un mundo que discrimina.

Así, puede verse a lo largo del texto que la ciudad cede lugar, pero a la vez éstos son espacios de reclusión, donde se juega el juego de un orden social establecido. Y además, se carga con la culpa cristiana de no ser lo que la sociedad espera. Subyace por tanto, un aporte sustantivo de la novela en relación con la cuestión gay: la lucha por los derechos de la comunidad LGBTI deber ser una lucha por subvertir la estructura social. Por qué no, de apropiarse de la ciudad en tanto simbolización del poder. Veamos.

La ciudad, ícono moderno

La ciudad se origina en el paso de la Edad Media a la Edad Moderna. De este modo surge como ícono representativo de un periodo histórico en el cual en un espacio determinado un gran número de personas lleva a que la forma de vida de la humanidad cambie (Larraín, 2000). 

La consolidación de la urbe se viene a dar junto la revolución industrial (Sjoberj, 1967; compilado por Urrutia, 1999), trayendo un hecho fundamental: la descomposición de las estructuras sociales “tradicionales” y la emigración a los centros urbanos (Castells, 1972; compilado por Urrutia, 1999).

No obstante, este cambio no sucede en el orden moral y lo que hace la sociedad es redefinirse en algunos aspectos. Nietzsche (2001) nos expone en La genealogía de la moral una continuidad de la regulación del comportamiento que trasciende las épocas, regulación marcada por la religión y esa influencia que si bien se debilita con la entrada de la Modernidad permanece bajo la mirada vigilante y acusadora de la Iglesia. Así, aunque se produzca una transformación en la percepción de lo público y lo privado, hay una serie de reglas que la sociedad impone y busca perpetuar (v. gr. Ariès & Duby, 1991). Esta división, tal y como se ve en la novela es absolutamente arbitraria cuando quienes detentan el poder buscan hacer valer sus ideales.

En el orden moderno, la ciudad funda discursos y articula una visión de Occidente que se traduce al resto del mundo. Si bien la consolidación de las ciudades latinoamericanas sucede de manera tardía (Larraín, 2000), la relación con la metrópoli expone muy bien la dicotomía campo-ciudad, centro-periferia. Y su estructuración viene a dar cuenta de una perpetuación del poder, lo que Ángel Rama llamara la ciudad letrada (1998), es decir, ciudades creadas y dirigidas por grupos de intelectuales que correspondían con una cúpula, encargada de dirigir las nuevas naciones y los distintos aspectos de la vida de los países. Por lo general con injerencia en todos las áreas que constituyen la sociedad.

¿Por qué esto es importante? Bueno, debido a la migración, en la ciudad confluirá la diversidad, mundos sociales -como los llamara Robert Park (citado por Eribon, 2001)- estrictamente diferenciados. Así, uno de esos grupos que deja el campo y se asienta en la urbe, que deja la periferia para vivir la vida cosmopolita de la metrópoli, buscando un respiro al acoso constante de la reducida vida del pueblo donde lo privado es público, lo es el homosexual.

Señala Eribon que: “La ciudad es ante todo una manera de escapar en la medida de lo posible al horizonte de la injuria cuando ésta significa la imposibilidad de vivir la homosexualidad propia sin tener que disimularla continuamente.” (2001, p. 41), constituyéndose la ciudad en un refugio, ese espacio en el cual se pasa desapercibido o donde a pesar de las miradas y las burlas, no te conocen y no conoces, el espacio del anonimato.

Aunado a la presencia homosexual en la ciudad, la creación de lugares de socialización y la construcción del gueto colabora en la visibilización. La vida gay de la ciudad permite reinventarse y asumir una identidad en los espacios compartidos. Personajes de diferentes épocas dan cuenta de una vida gay abierta a expensas de una tolerancia y aceptación que también les pasa la cuenta, Óscar Wilde, Salvador Novo y Pedro Lemebel, son sólo algunos ejemplos.

Sucede entonces, que ese espacio de anonimato no es tal y que varía de acuerdo a cómo el orden establecido sienta la amenaza del que es diferente. En nuestras sociedades tradicionales el acoso de la injuria es permanente. Si bien, los lugares de socialización gay se convierten en refugios a ese escape de miradas inquisidoras. La zozobra de qué piensan los otros, reflexión de Marvin en la espera de Hermes en el Café de Don Pedro al inicio del texto nos da muestra de ello. Él revisa lo que pasa por la mente de quienes ven a un hombre solo y enuncia una serie de preguntas posibles, desde “¿será un turista perdido?” “¿o un maricón, qué asco…” (2011, p. 11).

Por eso la necesidad de buscar un lugar de parranda como Llanta Pacha o el Kali-Yuga, bares gay, o de reunirse con los amigos en la casa para reuniones antes de salir de fiesta. Espacios que se constituyen en encierros. De ahí el planteamiento simbólico de la novela pues en el Kali-Yuga militares encapuchados mantienen a 31 personas retenidas.

La ciudad parece ofrecerse de esta manera, según apuntara Adorno y Horkheimer (1971; en Urrutia, 1999:70-71), como un modelo de estructuras y tendencias sociales, presentando a su vez dentro de los límites, una complejidad, un exceso de opacidad y la alienación que hacen difícil la orientación. 

Es ahí donde en esa aparente tranquilidad homosexual se ve afectada. Y donde la propuesta de Heterocity nos hace reflexionar: la ciudad ha sido un maquillaje, el lugar al que se huye sin confrontar, una alternativa tramposa que solapa la discriminación y reproduce a través de diferentes discursos socioculturales un orden institucionalizado.

En la aceptación de un orden establecido por parte de la comunidad gay, esa automarginación juega el juego del poder para salvar su aparente felicidad, pero no enfrenta el statu quo para resolver una cuestión de derechos e igualdad. Esa es quizá la verdad más dura que articula el texto y que vemos en su final, sólo en la lucha unida y consciente, en la confrontación y la variación de la norma, se logra el reconocimiento.


La reproducción discursiva e institucional del orden social

El cambio no llega porque nos vemos atados a la tradición y reproducimos los patrones con los que somos socializados. Siguiendo a Foucault (2005) podemos ver que la sociedad y la cultura se manifiestan a través de una serie de discursos, es decir patrones estructurados que deben cumplirse. En ese orden moral moderno, en el que la regulación del comportamiento medieval logra tener continuidad, los discursos sobre la sexualidad se endurecen, encontrando la cúspide durante los siglos XVIII y XIX. No en vano esto mismo autor nos llama en su Historia de la Sexualidad, victorianos, al ver la represión sexual es la constante (Foucault, 1987).

Ver cómo operan los discursos y desentrañar su lógica, nos permite entender junto a la vida en la ciudad antes descrita, la prevalencia de una visión patriarcal y heterosexual que se ubica en el centro del pensamiento y del actuar. Lo cual limita la aceptación de la diversidad remarcando roles de género cuya funcionalidad contemporánea es anacrónica.

En la novela, la discusión central en relación con la homosexualidad y el permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción, lleva a que se esgriman argumentos tanto a favor como en contra, de acuerdo a la posición de los personajes. De acuerdo con lo mencionado tenemos, por un lado a Lucrecia, su esposo, Monseñor Pasos y el periódico El Ahora a través de Néstor Guatemala; por otro, Méndel Chicas, Denis Farías y la investigación que junto a Ielena –su novia- se ha realizado, y enuncia en la sesión de la Asamblea (incorporando aspectos teológicos, científicos y de los DDHH).

Llama aquí la atención, las posturas de los discursos que se enuncian por ambos bandos y la naturaleza de los mismos, dando cuentas de que la religión busca imponer su protagonismo en el orden social, independiente de las necesidades de las minorías.  

La visita de Monseñor Pasos a la Asamblea Legislativa y a las jefaturas de fracción da cuenta de ello. En su intento de persuasión a Denis Farías le sugiere “… que revise usted en su base de formación cristiana.” (2011, p. 89), con el fin de que emita un criterio con claridad histórica y claridad de conceptos.

Tal y como lo enuncia la teoría del discurso, éstos se interiorizan en el proceso de crianza o de instrucción de los individuos, por lo tanto se nos hace difícil reconocerlos hasta que no nos enfrentamos con una situación que nos expone lo diferente, o hasta que no reconocemos lo propio. Superar la posibilidad de acercarnos a los otros, o más aún, reconocernos como diversos fuera de lo establecido, genera problema, pues “la verdad absoluta” busca imponerse (Foucault, 2005). Marvin relata en la Casa Purga a modo de rehabilitación que cuando niños él y Rogerio fueron descubiertos por su madre, desnudos en un “pacto secreto” y “Tras la paliza y los gritos, también había llovido el peso entero de los sermones” (2011, p.37). A partir de ahí, las conversaciones con su padre ahondarían en que “Solo entre varoncitos y hembritas”. Y por ello se busca complacer, ser lo que no se es. Afirma más adelante que su padre murió creyendo que era “normal” (2011, p. 220), convirtiéndose esto en el fantasma de la decepción que lo acompaña en su vida adulta.

Marvin vive ese proceso de aceptación y lo difícil que es ir contracorriente, la necesidad de aparentar y el temor. Las regulaciones pasan del plano social a lo personal igual que con las reflexiones del blog de Adán, joven homosexual que es atrozmente inculpado de asesinar y violar un niño.

En Marvin y en Adán también están la autocensura, la homofobia interiorizada, y en el primero aún más, el señalamiento mismo del grupo de pares, como sucede con César que por ser “obvio” –afeminado- le daba vergüenza lo vieran con él. Situación común a lo interno de la misma comunidad LGBTI, como los comentarios y burlas hacia Mirelda Mitchel, Deyanira Wells, Lluvia Chanel y la Pipianisa, las trans del Kali-Yuga. 

Esta presión hace que se ceda ante la necesidad de transformación, de ahí la incorporación de Marvin a la Casa Purga, para la conversión y poder llegar a ser ex sodomita. No obstante, con Jared en medio, y con su convicción de no arrepentirse de lo que se es, el grupo de apoyo sustentado en lo religioso no surte efecto.

Esta lucha que se da en el plano personal, es sólo una forma de exclusión que utiliza el discurso. Otra forma, pública y compartida es la coacción a través de las instituciones sociales, tal y como se aprecia en la investigación de Rogerio a cargo del periodista Guatemala, sugerida por Lucrecia y pagada por Darío. Periodista que también está detrás de la llamada al Diputado Denis Farías para indicarle que va a sacar una nota con la exposición pública de que su hermano es gay, y lo hace. Hay intereses de por medio con el fin de evitar el avance de la propuesta legislativa.

El extremo llega con el pago de los forenses y los policías para que la muerte accidental de Marito aparezca en la realidad tal y como lo enuncia El Ahora “Homosexual drogadicto acusado de dar muerte a un menor a su cargo luego de violarlo salvajemente” (2011, p.136). Mecanismos que son utilizados para que se vuelva al discurso heterosexual y no se abogue por los derechos homosexuales.

Todo lo anterior permite identificar claramente en la novela instituciones sociales, donde la heterosexualidad normativa como discurso social es demandada sea por: la iglesia, la familia, los medios de comunicación o el Estado. Sin embargo, igual que en lo cotidiano, el intento por calzar en los roles de género que regulan las parejas heterosexuales no se logra. La disfuncional del matrimonio de los padres de Rogerio y Marvin lo evidencia, su madre tiene restringidas las salidas incluso a visitar a su propia familia, todo por su deber de velar por los hijos. Misma situación que vemos con Lucrecia Fábregas cuando apunta su deber como madre en la crianza y cuestiona: “¿acaso no es esa, junto con el cuidado del marido, la principal tarea de la mujer en la vida?” (2011, p. 21). Labor que tanto ella como su amiga Magda realizan a expensas de las infidelidades de sus esposos.

He ahí el fallo de la norma, tanto Darío como Wally tienen relaciones extramatrimonioales. Surge entonces el principio de duda que lleva a ver que el discurso que trata de imponerse no es tal, y que en la práctica no es más que el intento de continuar validando lo que la sociedad demanda. Se asegura la reproducción de la norma, manteniendo sus límites sin importar el individuo y su vivencia particular.


La ficción de la realidad, la realidad de la ficción

Heterocity, literalmente la ciudad heterosexual, es la urbe construida bajo un proyecto en el que los heterosexuales, religiosa y políticamente alineados y económicamente solventes, dominan; la reproducción social y la permanencia de los grandes discursos morales que remiten a las buenas costumbres, no aceptan la diferencia ni asumen la posibilidad de un cambio cultural. El individuo no importa, la defensa de los valores tradicionales y cristianos es lo que prima, por el “bien común”. Así lo insiste Lucrecia en sus columnas de El Ahora y en la entrevista en el programa de Wally Vargas. Valores que por lo demás quedan en entre dicho con la doble moral y en la no funcionalidad de los patrones que esa misma sociedad se encarga de reproducir. Un eco probable de la fallida promesa de civilización y progreso de la modernidad.

Podemos decir, sin caer en lugar común, que la realidad que vivimos es una ficción, ello con el fin de potenciar el sentido político que le damos a la propuesta del texto. Hoy despertar a una nueva realidad debería ser posible, pero los discursos nos lo impiden. Aún cuando la temática está sobre la palestra en este momento prácticamente en todas las sociedades del mundo.

La sociedad costarricense no escapa a ello y Heterocity un texto de la literatura salvadoreña, pasa a la inmediatez costarricense de los últimos años de una manera casi profética. Es casi imposible no encontrar paralelismos que nos lleven a identificar sus personajes en nuestro entorno. Palabras más, palabras menos, el papel de unos se puede fácilmente transmutar con los otros.

Algunos ejemplos:

·         Lucrecia Fábregas de Casariegos es una ciudadana de apellido Loría cuya organización no es la Fundación Pro-rescate de la Niñez Abandonada sino un Observatorio Ciudadano por la Vida y la Familia.
·         Rogerio Díez es encarnado en el espacio tico por un sacerdote famoso por su hora santa, el cual dichosamente ya ha sido condenado por sus abusos, no teniendo la misma suerte que el personaje de la novela. O Quizá acaso también podría ser otro cura de la pantalla chica que ahora atiende su propio restaurante.
·         Méndel Chicas, activista gay, cual Abelardo Araya, permanece incólume en su lucha hasta su muerte. Si bien en condiciones diferentes, son muestra más que de la toma de espacios, de los Harry Milk necesarios para forjar un cambio cultural que potencie el reconocimiento de los derechos de la población LGBTI.
·         Denis Farías del Movimiento Progresista podría bien ser cierto diputado ahora candidato presidencial, o la emblemática Carmen Muñoz. Alguien sensible, con conocimiento de causa y como lo apunta el texto de una posición “afin[…] a las libertades individuales y a un papel no moralizador de la sociedad sobre el individuo” (2011, p. 31).
·         A nuestro Monseñor Jeremías Pasos, lo acabamos de pensionar y un injusto ciudadano tico, para quien mientras no se vea el plumero somos invisibles, podría ser Gandolfo Hoffman, el diputado que lee la Biblia mientras se discute la reforma a la ley…

A fin de cuentas, la realidad, aquella que le sirve de materia prima al escritor, se rearticula en el trabajo de Orellana a manera de ficción, y logra con gran atino representar en su texto la marca del poder propio de nuestras sociedades. El aporte de Heterocity que desde mi lectura hoy rescato, es el de despertarnos del letargo y evidenciar que esa realidad no tiene porqué ser más ficción, y que aquellos espacios que asumimos como logrados son cedidos por un poder que lejos de propiciar cambios efectivos, cede con el fin de acallar las voces subversivas que buscan derechos.

Finalmente, la novela es una invitación a bailar el baile de Kumaras, cual ritual de paso que se escenifica en el encierro del Kaly-Yuga. Nombre que no es inocente y que se fija, como el tirano Calígula, para tener prisionera a la comunidad gay. Ritual que libera y transmuta catárticamente a la evidenciación, a la toma de espacios y a la lucha por el reconocimiento de derechos.


Bibliografía citada

Adorno, T. & M. Horkheimer. (1971). Estudios de comunidad. Urrutia, V. (compilador). (1999). Para comprender ¿Qué es la ciudad? Navarra: Editorial Verbo Divino.
Ariès, P. & G. Duby. (1991). Historia de la vida privada. Madrid: Altea, Taurus, Alfaguara, S. A.
Calvino, I. (1972). Las ciudades invisibles. Disponible en: http://media.wix.com/ugd/c01f1c_4a8a5e01498907cd3b25745f557840ba.pdf
Castells, M. (1974). La cuestión urbana. Urrutia, V. (compilador). (1999). Para comprender ¿Qué es la ciudad? Navarra: Editorial Verbo Divino.
Eribon, E. (2001). Reflexiones sobre la cuestión gay. Barcelona: Editorial Anagrama.
Foucault, M. (1987). Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. México: Siglo Vientiuno Editores.
 (2005). El orden del discurso. Buenos Aires: Fábula Tusquets Editores.
Larraín, J. (2000). Modernidad, razón e identidad en América Latina. 2ª Edición. Santiago: Editorial Andrés Bello.
Nietzsche, F. (2001). La genealogía de la moral. Madrid: Mestas, Ediciones Escolares, S. L.
Orellana, M. (2011). Heterocity. San José: Editorial Lanzallamas.
Rama, A. (1998). La ciudad letrada. Montevideo: ARCA S. R. L.
Sjoberg, G. (1967). Origen y evolución de las ciudades. Urrutia, V. (compilador). (1999). Para comprender ¿Qué es la ciudad? Navarra: Editorial Verbo Divino.