Sobre la reciente ola de ataques homo y transfóbicos aparecidos en las páginas de El Diario de Hoy, y generados por las personas y grupos de siempre (ampliamente reconocibles, así como minoritarios) ante el artículo de opinión que la señora embajadora de EEUU en El Salvador, Maricarmen Aponte, a titulo personal, publicara en La Prensa Gráfica, titulado "Por la eliminación de prejuicios dondequiera que existan", personalmente quisiera observar lo siguiente:
De los diversos ataques contra este artículo se desprende un carácter y una intención discriminativa y estigmatizadora cuando, de manera maniquea y casi medieval, personas y miembros de estas organizaciones (ya sabemos quién está a la cabeza) hablan de “claridad entre lo que define el bien y el mal” (por supuesto, ellos son los únicos que tienen esa claridad), justamente colocando a los miembros de la comunidad LGBTTTI en la posición que ellos adjudican al “mal”, lo que genera en el imaginario colectivo una animadversión que en la práctica se traduce en odio, marginación y violencia de todo tipo contra nuestro colectivo. Además, soberbia y erróneamente se arrogan la representatividad de todos los salvadoreños y de sus costumbres, cuando tan solo son un grupo de personas y organizaciones, muchas de ellas extranjeras (¡hablando de intromisión en los asuntos propios!: otra incoherencia) más bien fundamentalistas, dogmáticas y fanáticas, que irrespetan el derecho a la libertad de conciencia y de escoger libremente las ideas y conceptos para la autorrealización personal, garantizado justamente por las Naciones Unidas (declaración contra la intolerancia basada en religión y conciencia). Señores: NOSOTROS TAMBIÉN SOMOS SALVADOREÑOS Y TENEMOS VOZ.
Llama la atención que estos grupos, violentando la libertad de expresión que en su calidad personal asiste a la señora Maricarmen Aponte para manifestar libremente sus ideas y opiniones en cualquier circunstancia, lugar o medio, recurren a una resolución de la ONU, mientras por otro lado violan sin reparo la de la 17a Sesión del Consejo de Derechos Humanos de la misma ONU sobre los derechos de la diversidad sexual, y la declaración de San Salvador de la OEA en donde se resuelve entre otras cosas "Condenar la discriminación contra personas por motivos de orientación sexual e identidad de género, e instar a los Estados dentro de los parámetros de las instituciones jurídicas de su ordenamiento interno, a adoptar las medidas necesarias para prevenir, sancionar y erradicar dicha discriminación" (El Salvador ha apoyado ambas declaraciones).
Tampoco es cierto que la lucha por nuestras reivindicaciones civiles esté relacionada o interfiera en la práctica y creencias de los diferentes credos (prácticas privadas y libremente escogidas, eso sí, para los practicantes y fieles de dichas creencias; pero no como modelo de conducta o marco legal para imponer a todos). Tampoco nuestra lucha por la igualdad busca "promover" una conducta, sino igualar los derechos de todas y todos, incluidas estas minorías tradicionalmente marginadas y discriminadas.
Felicitaciones y un apoyo al contundente y lúcido artículo publicado por la señora Maricarmen Aponte.
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