jueves, 15 de septiembre de 2011

Fragmento de la novela "Heterocity" (sobre Levítico)

("Heterocity", disponible en Amazon y en Amazon UK)

“Dejando aparte las consideraciones sobre lo que significa la
palabra traducida como ‘abominación’ en la Biblia”, dijo por fin,
“no podemos descontextualizar el escrito, y debemos tener bien
presente que el ‘pueblo escogido’ era, en el momento en que se
comenzó a gestar esta serie de normas en sus más antiguas expresiones,
un pueblo nómada, y en el momento en que se comienzan
a escribir con intenciones de darle una forma definitiva, una población
recién asentada que quería hacer borrón con el pasado y
empezar a hacer bien las cosas, distinguirse y sobresalir del resto
por sus costumbres y esmerarse en mantenerse puro y santo, o
como lo dice el comentarista católico del Levítico, Roland J. Faley
en el libro Comentario Bíblico ‘San Jerónimo’, ‘enseñaba a los israelitas
la necesidad de una santidad incontaminada en todos los aspectos
de su vida’. Cabe decir, por cierto, que nunca lo logró. ‘El
Levítico’, dice el mismo comentador, ‘es obra de muchas manos
ocupadas durante siglos en adaptar los preceptos mosaicos a una
época posterior’. Hay que considerar, pues, que si la Biblia fuese un
referente moral absoluto para la conducta del ser humano, entonces
deberían seguirse absolutamente todos sus preceptos, y no solo
algunos, a conveniencia de quien malacostumbra a juzgar las con-
ductas ajenas. Pero Levítico es un libro de leyes abolidas desde hace
mucho tiempo en cuanto a la práctica religiosa y aplicación de las
mismas en la vida cotidiana. Como se dice en Tito 1:14-15: ‘y no den
oídos a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de
la verdad. Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos
e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están
corrompidas’.
Sus mandatos obedecían a la necesidad de un pueblo
concreto en un tiempo concreto y por razones concretas. Estaban
destinadas a un pueblo recientemente nómada, como ya dije,
necesitado de crecer y de multiplicarse luego de su asentamiento; y,
por supuesto, ciertas prácticas sexuales, como la masturbación y la
homosexualidad generalizada (y nótese que no hablo de los homosexuales
en sí, sino de la práctica de actos homosexuales, incluso
por heterosexuales), no eran actos que propendían precisamente a
ese ejercicio de multiplicación y crecimiento poblacional, que para
el caso de este pueblo, en esta circunstancia, era un asunto prioritario.
Como tampoco convenían, por la misma razón, prácticas
insalubres que pusieran en riesgo a la población o la diezmara. Por
lo que las medidas tomadas tendían, entre otras más, a crear las
mejores condiciones posibles de salubridad y de hábitos sexuales
para, como pueblo, crecer sano, unido y rápidamente. En este contexto
debemos buscar la razón de ser del Levítico. O en palabras del
mismo comentarista ya citado, y refiriéndose específicamente a las
prohibiciones relacionadas con asuntos sexuales: ‘estas leyes eran
una salvaguarda contra los excesos de promiscuidad carnal que
caracterizaban la cultura de los cananeos. Como las mismas leyes
indican, era también un tiempo en que la poligamia constituía un
hecho aceptado en la vida hebrea […] La tierra santa, al haberse
mancillado y no poder ya soportar tales abusos, aparece aquí descargándose
de la perversidad cananea’. Ese es, entonces, el contexto.
Se da, así, la superabundancia de preceptos a seguir, hasta en el último
detalle de la vida cotidiana, a veces cayendo en extremos incluso
ridículos o discriminatorios si los analizamos desde nuestra
perspectiva moderna. Debemos recordar, que esta serie de normas
se da en el tiempo en el que Dios dictaba especificaciones muy
precisas sobre los holocaustos (Levítico 1), los que tenían que ser
de ganado vacuno u ovejuno, macho sin defecto, con arreglo a
formas muy precisas respecto a qué debía hacerse con qué, y de qué
manera. Lo mismo ocurría con las ofrendas, que debían disponerse
de cual u otra manera, dependiendo de si era cocida en horno, en
sartén o en cazuela, o simplemente tostada. Siempre sazonadas con
sal. Tiempos en los que, a pecado de sacerdote, remedio simple:
becerro sin defecto para expiación. No me burlo”, dijo el diputado
desde su curul, abriendo los brazos como si se dispusiera a ser
examinado de sus bolsillos. “Trato de hacerles caer en cuenta de
que estos preceptos son propios de una época y un estado de cosas
y de necesidades muy específicos. Independientemente de si aceptamos
o no las implicaciones de contextualización por las que algunos
expertos estiman que los pasajes ‘condenatorios’ de la homosexualidad
estaban ligados más bien a impurezas desde el punto de
vista ceremonial, relacionados con la idolatría, que al quebrantamiento
de una prohibición generalizada, quiero hacerles ver que
pretender imponer dichos preceptos como criterio de conducta o
de moral en la época presente, es tan absurdo como tratar de
reinstaurar el código de humos de fogata y condenar, de paso, al
internet. Los tiempos del Levítico eran tiempos donde si una persona
pecaba, por yerro, haciendo algo contra alguno de los mandamientos
de Dios en cosas que no habían de hacerse, bastaba con
traer por ofrenda una cabra sin defecto y desollarla prescriptivamente
(Levítico 4:27-29), algo que sin duda traería terribles implicaciones
en el mundo si lo aplicásemos a nuestro tiempo, dada la
escasez de queso de cabra que tal cosa supondría y la grave crisis de
mercado que eso generaría. Tiempos en los que alguien podía ser
‘cortado de entre su pueblo’, por ejemplo, por haber tocado alguna
cosa inmunda y luego comido la carne del sacrificio de paz (Levítico
7:21). Tiempos en los que el camello, el conejo, la liebre, el cerdo,
los animales de las aguas que no tuvieran aletas y escamas, eran
inmundos y había que tenerlos en abominación (he aquí la palabrita)
¿Razones? Imagínense una epidemia de cólera u otra enfermedad
similar en un pueblo que recién se estaba constituyendo. Les pregunto,
¿ya ratificamos la ley que prohíbe a nuestro pueblo, temeroso
de Dios, comer carne de cerdo, incluidas, por supuesto, las yucas
con chicharrón, con fritada o ‘merienda’, las pupusas de chicharrón
y revueltas, así cocidas? Y, por cierto, ¿nuestro código de familia
establece con suficiente claridad que sigue siendo inmunda una
mujer después de parir varón? ¿Dos semanas, si fuese hembra la que
parió? (Levítico 12:2-5) ¡Sesenta y seis días sin entrar al santuario,
según estas misóginas leyes! Y les pregunto, ¿Por qué ya no es válida
la inmundicia de la mujer después de parir, y no se sigue obligando
que tras los días de purificación prescritos traiga un cordero de un
año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación
(Levítico 12:6) y lo que atañe a la homofobia y a la condena de los
homosexuales lo sigue siendo, basados en el mismo libro? ¿Es la ley
de Dios como la ley de los hombres, imperfecta, temporal, acomodaticia,
que acepta enmiendas y derogaciones, o es que el Levítico
trata de mandatos temporales para circunstancias temporales y precisas?
¿Los leprosos, siguen pregonando de sí mismos por ahí ‘¡Inmundo!
¡Inmundo!’ (Levítico 13:45)? ¿Qué dirían nuestras autoridades
de salud y la Procuraduría de los Derechos Humanos
respecto a la dignidad de estas personas? Aquellos eran tiempos en
los que un varón con flujo de semen era inmundo (15:2). Tiempos
en los que ‘la cama en que se acostare el que tuviere flujo’ era inmunda
(15:14). Tiempos en el que quien tocaba a quien tenía flujo
era inmundo hasta la noche aún después de lavarse (15:7). Tiempos
en los que cuando una mujer tenia flujo de sangre estaba obligada
por ley divina a quedar apartada siete días, y cualquiera que la tocaba
era inmundo hasta la noche (15:19). Donde se acostaba y se
sentaba era inmundo. ¿Ya ratificamos la ley que obliga a las mujeres
a apartarse de todo contacto humano durante siete días cuando
está menstruando? ¿Llamamos todavía inmunda a la mujer con
flujo? ¡Ah, pero sí llamamos sodomita al gay, y lo juzgamos por sus
abominables actos, a causa de un libro lleno de matancingas de
animales inocentes para la expiación de los pecados! ¿Ofrecemos en
holocausto ganado vacuno u ovejero? ¿Por qué más se cortaba,
según el mismo Levítico que usamos para marginar de derechos a
los gays, a los varones de su pueblo? Por degollar buey, cordero o
cabra y no llevarlo como ofrenda delante del tabernáculo de Jehová.
Y textualmente, ya que somos siempre muy textuales para
condenar, ‘tendrás esto por estatuto perpetuo por sus edades’, es
decir: vigencia eterna. Por comer alguna sangre (17:10). Esto, por
supuesto, incluiría a quienes gustan de comer ‘moronga’ o morcilla,
quienes, según este estatuto perpetuo, deberían ser ‘cortados de
entre su pueblo’. ¿Otras prohibiciones? ‘No llegarás a la mujer para
descubrir su desnudez mientras está en su impureza menstrual’
(18:19), ley que está justo antes de la famosa prohibición ‘no te
echarás con varón como con mujer, es abominación’. Recuerden
que también comer carne de cerdo es abominación, y comer el día
tercero el sacrificio de ofrenda de paz (19:7). ¿Legislamos para esto
último? Los castigos para estos actos se especifican para cada caso
en Levítico 19 y 20. Unos de ellos son: Azotes para el hombre y la
mujer si un hombre se acuesta maritalmente con una mujer que es
sierva perteneciente a otro (19:20). Pregunto, ¿tenemos siervas todavía?
Muerte para los que son infieles o adúlteros (20:10). Hoguera
para quien además de la mujer tome a la suegra (20:14). Cortar de
entre su pueblo para quienes duerman con mujer menstruosa y
descubra su desnudez (20:18). En 24:14-16 encontramos más penas
de muerte. Muchas penas de muerte para un pueblo que tiene por
mandato divino ‘No matarás’. ¿Otras prohibiciones de Levítico?:
‘no siembres tu campo con dos clases distintas de grano, y no te
pongas vestidos con mezcla de hilos’ (19:19). ‘No rapéis en redondo
vuestra cabellera ni cortes los bordes de tu barba’ (19:27). Si queremos
tomar en serio lo que dicen estas leyes, deberemos regirnos por
lo que Levítico 18:29 dice: ‘todos los que cometan una de estas
abominaciones serán exterminados de en medio de su pueblo’. Ya
Hitler lo intentó. ¿Cortaremos a los gays de nuestro pueblo? Entonces
deberemos cortar también a los hombres que ven desnuda a
una mujer durante su período de menstruación, o que come carne
de cerdo, o sangre, moronga o fritada. Otras de Levítico: Sobre el
sumo sacerdote dice que ‘tomará por esposa una mujer virgen. No
tomará viuda, ni repudiada ni profanada por prostitución (21:13,14).
¿Qué pensarían sobre la discriminación que se daría con ellas las
viudas y ‘repudiadas’, o sea, divorciadas mujeres de nuestra época?
O las personas con discapacidades, de los siguientes versículos: Ninguno
de tus descendientes en cualquiera de sus generaciones, si tiene un defecto
corporal, podrá acercarse a ofrecer el alimento de su Dios; pues ningún
hombre que tenga defecto corporal ha de acercarse: ni ciego ni cojo ni deforme
ni monstruoso, ni el que tenga roto el pie o la mano; ni jorobado ni raquítico
ni enfermo de los ojos, ni el que padezca sarna o tiña, ni el eunuco.
Ningún descendiente de Aarón que tenga defecto corporal puede acercarse a
ofrecer los manjares que se abrasan en honor de Yahveh. Tiene defecto; no se
acercará a ofrecer los manjares que se abrasan en honor de Yahveh. Tiene
defecto; no se acercará a ofrecer el alimento de su Dios (21:17-21). Los mismos
defensores a ultranza de la vida estarían en problemas con
esto: El que mate un animal, indemnizará por él; mas el que mate a un
hombre, morirá (24:21). ¿Ya ha caducado este Levítico para la pena de
muerte, pero no para la condena de los gays? ¿Cómo alguien, en
estos tiempos, se atreve a desenterrar de entre este cementerio de
leyes anacrónicas, una de ellas, para juzgar, condenar y marginar a seres
humanos y para negarles sus derechos?

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