sábado, 11 de febrero de 2012

Sobre libro "Comprender y sanar la homosexualidad" de Richard Cohen


La obra y la “terapia” del señor Cohen se basan en prejuicios bastante comunes y simples que se tratan, además, superficialmente y sin base científica, y llegan a conclusiones francamente inquietantes. Inquietantes no porque aporten algo válido o novedoso, sino por las repercusiones psicológicas y sociales que dichas conclusiones, endulzadas siempre con “amor” y “comprensión” (en realidad con altanería y miradas sobre el hombro dirigidas desde las alturas de la superioridad heterosexual), pueden generar en los gays y lesbianas y en sus vidas, su entorno, su familia.
Para empezar, se vuelve claro desde un inicio que lidiamos acá con un discurso típicamente heterocentrado (El heterosexismo o heterocentrismo, denota la suposición de que todo el mundo es heterosexual y la creencia de que las personas heterosexuales son por naturaleza superiores a las personas homosexuales y bisexuales. Además, el heterosexismo indica la discriminación y el prejuicio en favor de las personas heterosexuales y contra los gays, las lesbianas y los bisexuales. Como predisposición hacia las personas heterosexuales y la heterosexualidad, el heterosexismo se califica por estar "arraigado y ser característico de las más importantes instituciones sociales, culturales y económicas de nuestra sociedad”. Por lo tanto, el heterosexismo engloba las creencias y las actitudes subyacentes de tal preferencia. El heterosexismo no es monopolio exclusivo de las personas heterosexuales. La gente de cualquier orientación sexual, incluso gays, lesbianas, bisexuales, pueden tener creencias heterosexistas dimanadas de la noción cultural esencialista en la que la masculinidad [el varón] y la feminidad [la mujer] se complementan entre sí: fuente, wikipedia), un discurso que parte del supuesto que lo natural y normal es la heterosexualidad (no la sexualidad, como debería de ser). Ya este es un prejuicio que el libro no logra ni intenta fundamentar científicamente, sobre todo porque es imposible comprobar científicamente que la heterosexualidad es lo natural. Lo que nos muestra la naturaleza no es que la heterosexualidad sea natural, ya que dicho concepto ni siquiera existiría sin contraponerlo con el de la homosexualidad. Lo que sí vemos en la naturaleza es que lo natural en el ser humano es la sexualidad, a secas.
Desde ahí, entonces, desde su mismo fundamento, todo el aparataje del planteamiento de Cohen se desmorona: se basa en algo que él mismo pretende achacar a la tesis que defiende que se nace gay: la falta de evidencia científica (lo cual ya veremos que no es cierto), y que él irónicamente se da permiso de pasar por alto cuando de fundamentar sus argumentos se trata.
Este es el segundo punto. Pues resulta ser que sí existe evidencia científica comprobable y comprobada (esto Cohen curiosamente lo omite sin ningún reparo) que demuestra que SÍ existe un componente genético importante en el origen de la homosexualidad, que es solo una variación de la sexualidad humana. (Ver anexo al final del documento)

No hay que olvidar además que no existe prueba científica alguna sobre el origen de la heterosexualidad, simplemente porque a esta no se la ha puesto bajo el ojo crítico de la ciencia, y no por ello vamos a largarnos de boca afirmado que eso prueba que no nacemos heterosexuales, como sí hace Cohen con la homosexualidad, afirmando así su planteamiento heterocentrado que, como ya vimos, ya de por sí es un prejuicio, y uno enorme e ineludible.
Se reafirma además este prejuicio cuando se le quiere dar la vuelta a la tesis de Cohen y sucede lo siguiente: si es cierto que uno puede elegir ser heterosexual si así se desea, también debería ser cierto y no se tendría ningún argumento para no hacerlo, y por el mismo principio de libre determinación que el mismo Cohen defiende y expone como componente básico de su planteamiento, que un heterosexual podría descubrirse gay y por tanto decidir ser homosexual (como de hecho vemos que sucede frecuentemente). Pues resulta que, de nuevo antojadizamente, con la mano en la cintura y basándose en el mismo prejuicio, no comprobable ni comprobado, de heterocentrismo, eso, según él, no puede suceder ya que Cohen, de nuevo de la nada y sin aportar datos y pruebas científicas, patologiza la homosexualidad desde su origen y en cualquier caso (otro prejuicio y una anticientífica generalización), y afirma, en base a un criterio de autoridad (es decir, él mismo se da la cartilla que según él le da la autoridad: “mi” experiencia y “mis” terapias: curiosamente, también niega en este punto la autoridad reconocida de las verdaderas autoridades y las mismas experiencias y vivencias interiores de los gays que no piensan igual que él: ellos, asume, estarían equivocados y yo no) que en el origen de la homosexualidad siempre hay un trastorno (esto, por cierto, tiene un nombre, y se llama estigmatizar: afrentar e infamar, un atentado contra un principio registrado de derechos humanos: el respeto a la dignidad) y aquí saca a relucir algunos de los conocidos supuestos trastornos que históricamente se han achacado al origen de la homosexualidad, cada uno de los cuales, valga decir, ya ha sido superado por el pensamiento científico especializado, como los de padre ausente, madre sobreprotectora, abuso infantil… Y el ramillete de flores es necesario para saltar a afirmar (otra vez gratuitamente y sin pruebas) que si no es uno, será otro trastorno; lo que, por supuesto, dejaría por fuera, de entrada, a los cientos de miles de gays y lesbianas que se criaron completamente bajo condiciones ambientales, sociales y de relaciones perfectamente normales y libre de trastornos y abusos: contra ellos también carga Cohen, porque si no son gays por el ramillete de traumas, entonces, sin duda, algo habrá que no ha sanado.
Lo que olvida Cohen es que los millones de heterosexuales que tuvieron relaciones traumáticas con sus padres (padres ausentes, madres sobreprotectoras, abusos infantiles, ausencia de autoridad, ambientes insanos, falta de amor y otros traumas) NO se volvieron por ello homosexuales, y que sería una locura intentar explicar el origen de la heterosexualidad a través de dichas insanas condiciones y relaciones. De nuevo entonces salen a relucir los prejuicios, el heterocentrismo y la estigmatización: mientras que los homosexuales tienen que probar que están sanos, los heterosexuales no. Según Cohen, en la homosexualidad todo eso origina la homosexualidad; en los heterosexuales resulta que no. (¿?) Y lo que además pretende Cohen es que es posible dejar de tener sentimientos homosexuales. Ojo con esto, porque en muchos casos significa que debemos dejar de amar. El amor es un sentimiento, ¿o no?
El planteamiento de Cohen, por tanto, es uno que se basa en prejuicios de base, y que repite los mismos prejuicios culturales del heterocentrismo. Ni es científico ni es “amoroso”, como veremos a continuación:
Tenemos, entonces, un libro heterosexista tejido con prejuicios y afirmaciones superficiales y plagado con criterios de autoridad, que inculca la negación y la culpa, patologizando sin ninguna base a la homosexualidad. Por cierto, otro detalle que no hay que pasar por alto es que Cohen es un “terapeuta” desacreditado, y que, de hecho, carece de licencia para ejercer como terapeuta en Estados Unidos y llegó a ser expulsado definitivamente de la American Counseling Association por múltiples violaciones éticas, es fundador y miembro de diversas organizaciones de “ex-gays”, como la bien conocida NARTH, de vínculos religiosos y cuestionada permanentemente, y uno de los promotores de la creciente ola de homofobia en África, como recogía hace dos años la organización Truth Wins Out. El director profesional de la American Counseling Association afirmó que la expulsión es una sanción permanente rara vez se utiliza. Dijo que Cohen se encuentra en violación de seis secciones de código de ética de la ACA, que prohíbe a los miembros acciones que "buscan satisfacer sus necesidades personales a expensas de los clientes", las que explotan "la confianza y la dependencia de los clientes", y para solicitar testimonios o la promoción de los productos de una manera engañosa.
Además, Cohen cita como prueba los estudios del Dr. Robert Spitzer sobre el comportamiento sexual de 200 hombre y mujeres que indicaban que habían cambiado su comportamiento sexual; sin embargo, astutamente omite mencionar que el muestreo utilizado se hizo con llamadas telefónicas de 45 minutos por persona (¡!) y que dicho estudio fue puesto en tela de juicio por la APA (Asociación Americana de Psiquiatría), que emitió un desmentido oficial del trabajo de Spitzer, haciendo notar que no había sido revisado y afirmando que "no hay evidencia científica publicada que apoya la eficacia de la terapia reparativa como tratamiento para cambiar la orientación sexual.", luego fue, además, criticado por sus métodos de muestreo y criterios de resultados. El mismo Spitzer ha dicho que él no tiene manera de saber si los participantes del estudio estaban siendo honestos, y que él cree que los entrevistados estaban siendo cándidos con él. Así de simple y claro.
Pero más que todo lo anterior, lo que conviene analizar es lo siguiente: ¿qué es lo que genera un libro como este en la sociedad y en la vida de los gays?
Se me ocurren un par de cosas.
1- Como lo que pretende el libro es que el gay se identifique como un “herido” que necesita ser “sanado”, lo primero que hace el libro es generar ese sentimiento negativo hacia su orientación sexual para que el “paciente” piense que algo pasa en él y concluya: “He tenido un trauma y esto ha generado que yo sea gay”.
Lo que provoca en primera instancia es, entonces, lo que se conoce como un homosexualismo egodistónico u homofobia interiorizada, y un pensamiento como: “está malo que yo sea gay, debo ser normal, debo querer lo que todos quieren para ser feliz: una familia e hijos” (lo que, por cierto, está en la base del pensamiento católico heterocentrado y en general “cristiano”, aunque en realidad eso nada tenga que ver con el cristianismo); y desde ahí, se crea un conflicto que ya no dejará en paz al gay descuidado, volviéndolo un ser infeliz, patologizado, hasta llegar a una de dos cosas: al odio contra sí mismo y hasta al suicidio, o a la negación total de sí mismo y a la asunción de una vida “normal” y natural (heterosexual, claro): es decir, hacia el aparentar, la doble moral, la negación, el disfraz social y la hipocresía.
2- Como lo que también pretende el libro es que otros (los heterosexuales) identifiquen al gay como un herido psicológico al que hay que “sanar” con “amor”, estos se dedicarán entonces a volver un infierno la vida del gay con tal de “sanarlo amorosamente”. Para empezar, le dirá que Cohen ha dicho que uno no nace homosexual, sino que se hace homosexual, y como él lo dice, entonces no solo es posible hacerse heterosexual, sino que tiene que hacerse heterosexual para estar “sano”: y lo llevarán a sus terapias y a sus templos y le machacarán día y noche ahora ya no solo con la Biblia su condición mórbida.
Ya todos sabemos que eso, traducido a la vida de cualquier gay solo significa: ABUSO PSICOLÓGICO, irrespeto a sus derechos como individuo y, curiosamente, a su libre determinación de no querer cambiar porque no se percibe como enfermo… más todo lo demás si no se consiguen resultados con todos, porque si uno pudo, entonces no hay excusa y todos pueden… ¡y por tanto, deben!: golpes, insultos, echada de casa, maltrato psicológico, homofobia social, estigmatización y un largo y conocido etcétera.
Todo gracias al amoroso, inofensivo y perseguido librito de Cohen.
Por cierto, tanto derecho tiene Cohen de escribir un libro así, como yo o alguien más lo tiene de escribir uno sobre, digamos, cómo curar el catolicismo, pudiendo fácilmente patologizar a los católicos y sacar de sus garras a quienes por libre determinación así lo quieran, o cómo sanar a los heterosexuales que por libre determinación quieran volverse gays. Algo que no se hace por una simple razón: respeto.
Cualquiera que diga que este libro no es peligroso debería pensárselo dos veces y estar dispuesto a cargar con lo que genere en las vidas de los gays, sus familias y sus amistades. Lo único que hace es resaltar los prejuicios culturales de siempre, lanzar al gay contra sí mismo, lanzar a los otros contra los gays y, claro, llenar los bien dispuestos bolsillos del autor mientras tanto. Toda una construcción dogmática, demagógica, retórica, altanera e hipócrita para mantener a salvo los prejuicios heterosexistas y la ignorancia homofóbica; seguramente un arma, desde ahora, imprescindible para todo aquel fanático irrespetuoso que quiera decir con Cohen: “Fingiré que te amo mientras no tengas derecho a ser lo que yo no quiero que seas”.

Mauricio Orellana, autor de “Heterocity”.



Anexo 1.

Uno de los argumentos que se presentan con frecuencia es que no se ha podido demostrar que exista un componente genético que indique ser la causa de la homosexualidad, y que por tanto la homosexualidad no tiene un componente genético. Es bien conocido para los científicos que no se puede afirmar algo universal sobre algo, a partir de la inexistencia de datos concretos que la experiencia nos ofrece en relación a ese algo. Por tanto, este argumento se puede anular fácilmente arguyendo que tampoco se ha podido demostrar que NO exista un componente genético que indique ser la causa de la homosexualidad.
Con esto bastaría. Sin embargo, resulta que SÍ se han podido determinar algunos elementos que tienden a considerar que la homosexualidad podría tener un componente genético en su origen: tampoco puede afirmarse que esto constituye prueba irrebatible sobre el origen de la homosexualidad, porque todo científico también sabe que no se puede afirmar algo universal a partir de los datos particulares que nos ofrece la experiencia. Pero son una pista que nos permite deducir de qué pierna cojea la zorra.
Uno de estos datos es la debatida región del cromosoma X llamada Xq28, que se ha relacionado a la orientación sexual. Si bien esta región del cromosoma X, como acabo de decir, parece tener relación con la orientación sexual, aún no se han encontrado los genes precisos ni se ha podido (como es lógico, cabe decir, debido a lo en pañales que se encuentra la ciencia en este tema) determinar sus funciones y cómo se activan o desactivan. Por consiguiente, en este punto hay todo un campo abierto para la investigación, y no un resultado concluyente. Sin embargo, algunos datos se tienen, y los resultados de los experimentos llaman la atención. Por ejemplo: entre las muestras de cuarenta pares de hermanos gays, treinta y tres pares compartían marcadores en el extremo del brazo largo del cromosoma X. Estadísticamente, este hecho no podría ser explicado por la casualidad. Se repitió el estudio, y de una muestra de otros treinta y dos pares de hermanos gays, se halló que veintitrés compartían las características de ese marcador. También, entre once familias estudiadas, cada una con dos hermanos gays y un tercer hermano heterosexual, en nueve de dichas once familias el hermano heterosexual no presentaba los marcadores que sí compartían sus hermanos gays. El estudio se hizo también con hermanas lesbianas y en ellas, contrario al resultado de los hombres gays, no hubo coincidencia. Estos estudios, por supuesto, no descartan el hecho de que otros genes podrían participar en la conformación de la orientación homosexual.
Otros estudios comparados han logrado identificar ciertas diferencias entre los cerebros de personas homosexuales y heterosexuales. El resultado de los estudios practicados por científicos del Departamento de Neurociencias en el Instituto Karolinska de Suecia (que, por cierto, es la facultad de Medicina de la Universidad de Estocolmo encargada de otorgar el premio Nobel de Medicina), realizado mediante tomografía de emisión positrónica (PET) de  hombres y mujeres homosexuales y heterosexuales, indica que la forma de ciertas regiones cerebrales de los hombres homosexuales se parece a la de las mismas regiones cerebrales de las mujeres heterosexuales, y que la forma de las mismas regiones cerebrales de las mujeres homosexuales se parecen a la de las mismas regiones cerebrales de los hombres heterosexuales. Específicamente, tomografías que muestran que los hemisferios del cerebro de los gays y las heterosexuales tenían un tamaño similar. Y el hemisferio derecho de las lesbianas y los heterosexuales era más grande. Asimismo se analizaron las conexiones cerebrales de ciertas partes del cerebro que controlan las reacciones emocionales. Los resultados mostraron que las mujeres lesbianas y los hombres heterosexuales compartían la misma asimetría en el volumen del hemisferio derecho. Y las mujeres heterosexuales y los hombres gays no mostraron diferencias en el tamaño de sus hemisferios. En cuanto a las mediciones de la amígdala (la amígdala es una masa del tamaño de una almendra ubicada en el interior de los lóbulos temporales, y controla las reacciones vinculadas al miedo, así como las secreciones hormonales del sistema endocrino), de ello también resultaron otras diferencias importantes. Los hombres heterosexuales y las mujeres lesbianas mostraron más conexiones neuronales en el lado derecho de la amígdala que en el izquierdo. Y los hombres homosexuales y las mujeres heterosexuales mostraron más conexiones neuronales en la amígdala izquierda. Además, los científicos indicaron en su informe que (cito): Los resultados no pueden vincularse principalmente a efectos aprendidos. Sugieren una relación con factores neurobiológicos.
Además de esto, existen otros estudios realizados en gemelos monocigóticos (es decir, originados a partir de un mismo óvulo fecundado), comparados con gemelos dicigóticos (es decir, engendrados a partir de un óvulo diferente al óvulo del que se ha originado su hermano en el mismo momento), hermanos por adopción, y hermanos no gemelos, que indican una INDISCUTIBLE VINCULACIÓN GENÉTICA con los orígenes de la homosexualidad.
Siendo gemelos monocigóticos, se esperaría que sus ADN fueran mucho más parecidos, y de hecho casi idénticos; por tanto, al estudiar el rango de concordancia de la homosexualidad en el caso de estos gemelos llamados idénticos, los resultados deberían ser más elevados que en los casos de gemelos dicigóticos, y estos últimos, más elevados que en el caso de hermanos por adopción, y de hermanos no gemelos. Y efectivamente así sucedió en VARIOS Y REITERADOS estudios, de los que se desprendió que si un hermano es homosexual, la probabilidad de que su otro hermano también lo sea, ronda el CINCUENTA POR CIENTO O MÁS para el caso de gemelos monocigóticos, el VEINTIDÓS POR CIENTO para el caso de gemelos dicigóticos, el ONCE POR CIENTO para hermanos adoptivos, y el NUEVE POR CIENTO para hermanos no gemelos. Pese a que los resultados hablan por sí mismos, como era de esperar, los enemigos de los datos empíricos objetaron, y siguen objetando, muchas cosas, principalmente decían que como los gemelos compartían tanto el entorno como los genes, este estudio no defendía el factor genético en la homosexualidad; sin embargo, aun en el caso de la comparación entre los gemelos idénticos y los gemelos fraternos, la concordancia de la homosexualidad en el caso de los primeros era mayor POR MÁS DEL DOBLE. Otros decían que puesto que en los gemelos idénticos se comparte casi el cien por cien de la carga genética, los resultados deberían haber sido mayores si el factor genético fuese determinante, y eso lo siguen sosteniendo con mucha frecuencia. Sin embargo, la ciencia ya ha ido mucho más lejos que eso: en el campo de la epigenética, que estudia específicamente las interacciones causales entre los genes y sus productos, y que dan lugar al fenotipo, que es la manifestación del contenido genético de un individuo, en forma de ADN, básicamente lo que se ha podido determinar, en esto que nos interesa, es que, aunque nazcan con los mismos genes, esa identidad genética no da lugar a dos personas exactamente iguales, y con los años, incluso, tienden a volverse más y más diferentes. Los gemelos tienen, nos dicen los expertos, el mismo genoma (los 25,000 genes iguales); pero difieren en su epigenoma, que es el patrón de marcas químicas, y la importancia de esto es que estas variaciones epigenéticas pueden activar o inhibir la expresión de algunos genes, y se pueden dar tan temprano como en el vientre materno, lo cual explicaría que el nivel de concordancia de la homosexualidad entre gemelos llamados idénticos no sea aún mayor que la obtenida en los estudios. Esto es en verdad contundente.
Además, el estudio de los gemelos idénticos comparados con otros pares de hermanos, no pretende afirmar que TODA la causa de la homosexualidad tenga origen genético. De hecho hay más estudios realizados, como el del liderado por el doctor Niklas Lagström, que tienden a demostrar, a través del estudio de miles de parejas de gemelos, que el comportamiento homosexual se explica tanto por factores genéticos como medioambientales, mismos que, hay que decirlo, pueden incluir factores que operan durante el desarrollo fetal. Así, pues, queda suficientemente mostrado que los estudios científicos más recientes y rigurosos tienden a favorecer la tesis de que factores biológicos y específicamente genéticos SÍ inciden en el origen de la homosexualidad.
(Tomado de: “Heterocity”).

Anexo 2

Vínculo a la página de la Asociación Americana de Psicología (APA) para el abordaje de la orientación sexual:

http://www.apa.org/pi/lgbt/resources/therapeutic-response.pdf

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