miércoles, 11 de noviembre de 2009

la persecución de homosexuales en la Alemania nazi

En esta escena, Max y Horst tienen que recurrir al ingenio y a la imaginación para lograr burlar las inhumanas limitaciones de manifestacion de afecto a que se veían sometidos los homosexuales encerrados en campos de concentración y condenados a trabajos forzados.

El marco histórico es el siguiente:

En 1933 el partido nazi sube al poder en Alemania. Se prohíben las organizaciones homosexuales. Los nazis queman la biblioteca del Instituto para la investigación sexual y destruyen el instituto de Magnus Hirschfeld. Los homosexuales empiezan a ser enviados a campos de concentración.

En 1935 el régimen recrudeció el artículo 175: a partir de ese momento, no se condenaría solo la penetración, sino también cualquier otra acción "habitual" entre homosexuales, por ejemplo, el tocamiento con intención "licenciosa" pasó a ser un delito.


En 1936 se crea la Central del Imperio en Alemania, para la lucha contra el aborto y la homosexualidad (¿les parece conocida la fórmula?).

En plena Guerra, los tribunales militares comenzaron a juzgar a soldados por el §175. En total, entre 1933 y 1945 fueron juzgados unos 100.000 hombres, de los que aproximadamente la mitad (51,292) fueron condenados, algunos a muerte.


En 1937 empieza a utilizarse el triángulo rosa para señalar a los homosexuales en los campos de concentración nazis.

hasta 1938 los homosexuales se situaban en los barracones de presos políticos y llevaban una existencia relativamente discreta. En octubre de 1938 se les aisló en un bloque propio rodeado de alambre de espino, en una compañía de castigo propia y tenían que trabajar en la cantera, el trabajo más duro. La mezcla de personas de muy diferente origen, incluyendo criminales, dentro del bloque, hacía la vida especialmente difícil, puesto que las SS tendían a dar el puesto de kapo a los más sádicos. Los vigilantes de las SS a veces declaraban como «homosexuales» a presos a los que querían perjudicar y contra los que no podían emplear otras razones: la simple sospecha de homosexualidad bastaba y era prácticamente equivalente a la pena de muerte. Los homosexuales, considerados como los «de menos valor» de entre los presos, eran a menudo seleccionados para ir a los campos de exterminio de Mauthausen, Natzweiler o Groß-Rosen, o para realizar trabajos que implicaban la muerte.

En 1944 Carlo Vaernet llevó a cabo sus experimentos para “curar la homosexualidad” utilizando seres humanos, con unos 50 internos del campo de concentración de Buchenwald. Se les sometió a castraciones, implantes, extirpaciones cerebrales e inoculación de hormonas. Los resultados fueron considerados un fracaso.


Hasta la caída del régimen nazi se estima que se internó en campos de concentración a más de 15,000 homosexuales que sufrieron una tasa de mortalidad del 60%. Tras la victoria de las fuerzas aliadas, los homosexuales supervivientes fueron liberados de los campos de concentración nazis, pero no de las cárceles. Se los catalogaba como presos comunes y se les hizo cumplir las penas que se les impuso por medio del artículo 175, que siguió vigente. NO SE LES RECONOCIÓ ENTRE LOS COLECTIVOS DE VÍCTIMAS DEL NAZISMO.
No fue sino hasta en 1968 que en Alemania Oriental se reformó el artículo 175 despenalizando las prácticas homosexuales de los mayores de 18 años.

La suerte de los homosexuales dentro de los campos de concentración apenas ha tenido tratamiento dentro de la literatura especializada, continuando una tradición de discriminación que no se interrumpió tras la Guerra. En dos monografías sobre los campos de concentración editadas en 1993, ambas de más de 350 páginas, sólo se menciona a los homosexuales en cuatro líneas de una de ellas. No fue hasta la primavera de 2000 que se realizó la primera exposición sobre los presos homosexuales en Alemania, en este caso, en el campo de concentración de Sachsenhausen.


La película Bent, una de cuyas escenas vemos en esta entrada, trata sobre el encierro y castigo que sufrió el colectivo homosexual en los campos de concentración de la Alemania nazi.


Yo me pregunto, ¿a quién y por qué tenemos que pedirle permiso para manifestar nuestro afecto libremente, o sentirnos avergonzados por ello, en nuestras sociedades modernas, después de toda la persecución, tortura, muerte, violencia verbal, psicológica y física por las que nuestro colectivo ha pasado y sigue pasando, y de lo cual esta etapa del nazismo alemán es solo una pequeña muestra? Nuestros logros, aunque sean mínimos, nos los hemos ganado como colectivo con sangre, tortura y muerte, y nadie tiene derecho a negárnoslos, ni tenemos que pedirle permiso a nadie, ni escondernos de nadie, para manifestar públicamente nuestro amor, afecto y cariño homosexual.

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