jueves, 6 de mayo de 2010

Reduccionistas: los cuidadores de cajas vacías

Hay quienes aun sin conocernos demasiado se atribuyen el cómodo derecho de meternos en una caja, de la que nunca dejarán que nos salgamos. Se trata de creerse en control de los otros. Meten en ella las primeras impresiones o las más aparentes características de una persona. La reducen, por ejemplo, a alguien bueno o malo, útil para sus propósitos o inútil, capaz o incapaz, salvable o condenado, práctico o teórico. Tímido, enojón, tonto, indigno, superficial, rudo, díscolo, peligroso, sospechoso y tantas otras etiquetas a las que ya sin pensar recurren cuando tienen frente a ellos a la persona real. Viven en un mundo fosilizado, lleno de fotografías de antaño, fotografías de apenas un momento de ese lejano antaño. Son seres inflexibles que creen que nada dentro de esa caja puede cambiar. Y a la vez pregonan el cambio.
En la caja meten también conceptos y formas de pensamiento: caja blanca para unos, caja negra para otros, sin importar matices ni relativismos. Si algo les suena mal en una corriente de pensamiento, lo desechan todo sin pensárselo dos veces, pero también sin aprovecharse de lo que pueden aprender de lo que desechan. El mundo entero lo meten en una caja, y nunca lo ven de verdad.
También nosotros coleccionamos cajas, a veces sin quererlo ni saberlo. ¿Cuáles son las cajas que custodio? ¿Qué pensamientos o personas creo haber metido en ellas? Debemos buscarlas y romperlas, sólo así hacemos uso de nuestra capacidad de discernimiento, comparamos, digerimos, seleccionamos, integramos e incluimos, en lugar de excluir, y por tanto nos volveremos capaces de dialogar de verdad, para intentar comprender.
La verdad es que es bastante difícil encontrar algo sin contaminar en este mundo relativo en el que nos movemos más por tanteos e intuiciones que por certezas. Es más, todo lo que se arroga el título de certeza debería de parecernos sospechoso en este mundo de sombras. Sólo en la cabeza de los cuidadores de cajas debería de existir esa certidumbre de pureza y de absolutos que impiden hallarle lo “bueno” a lo “malo”, los bellos dientes al perro muerto, lo que ocultan las etiquetas. Nos perdemos porque siempre andamos buscando purezas y absolutos, en lugar de integrar y de sintetizar el conocimiento, que está en todas partes y viene de todos.
En este mundo siempre habrá cuidadores de cajas vacías, cancerberos que estarán dispuestos a despedazarte con sus lindos colmillitos de lobos feroces si intentas destruir sus preconceptos. Lo gracioso es que podemos verlos desde fuera a ellos, custodiando de reojo la caja que crearon y en la que creen habernos metido, porque nunca estuvimos dentro, sino detrás de ella, observándolos.
Los llamamos corrientemente personas cerradas. Quizá sería mejor llamarles personas encerradas. No ven nada porque ellos mismos se han metido en una caja.
Serguei

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